Muchas veces nos sentimos fuera del tiempo y el espacio de los otros, al no tener la palabra o carecer de poder para decir, hacer o disponer. A menudo, también, nuestras obligaciones, la convivencia con gente que tiene valores diferentes a los nuestros o el no tener satisfechas nuestras necesidades interpersonales de seguridad, estima, contacto e intimidad corporal son una importante fuente de nerviosismo, agobio, enfado, tristeza, soledad
Esto nos sucede a todos: padres, hijos, educadores,
No obstante, comportarnos de forma violenta o no violenta va a depender de cómo sepamos hacer frente a esta tensión emocional. Es uno de los problemas que, con diferentes caras (falta de comunicación, intolerancia, agresividad, rechazo, xenofobia, racismo, violencia de género,... ), más sufrimos en nuestras familias, centros educativos y en las calles de nuestra ciudad, generándonos malestar y consiguiente pérdida de salud.null
Centrándonos, en el caso de los centros educativos, ocho son los tipos o categorías de situaciones que, según los expertos, dificultan la convivencia en los centros escolares: 1) disrupción en las aulas, 2) conflictos de relación entre profesorado y alumnado, 3) maltrato entre compañeros («bullying»), 4) absentismo escolar 5) vandalismo (daños materiales), 6) violencia contra las personas (agresiones físicas, extorsiones), 7) acoso sexual, 8) maltrato racista. Todas ellas producen malestar en profesores y alumnos (y su entorno familiar y social), entorpeciendo su higiene mental.
Por disrupción en las aulas, se entiende las situaciones en que tres o cuatro alumnos impiden con su comportamiento el desarrollo normal de la clase (interfiriendo con el aprendizaje de la gran mayoría de los alumnos), obligando al profesorado a emplear cada vez más tiempo en controlar la disciplina y el orden.
Los conflictos de relación entre profesores y alumnos (que muchas veces se describen como falta de disciplina) se refiere a conductas (de alumno a profesor y viceversa) que implican una mayor o menor dosis de violencia desde la resistencia o el «boicot» pasivo hasta el desafío y el insulto activo, que pueden desestabilizar por completo la vida cotidiana en el aula.
El término «bullying» hace referencia a los procesos de intimidación y victimización entre iguales, esto es, entre alumnos compañeros de aula o de centro escolar. Se trata de procesos en los que uno o más alumnos acosan e intimidan a otro víctima a través de insultos, rumores, vejaciones, aislamiento social, motes, etc. Si bien no incluyen la violencia física, este maltrato intimidatorio puede tener lugar a lo largo de meses e incluso años, siendo sus consecuencias ciertamente devastadoras, sobre todo para la víctima, como he podido comprobar en adolescentes que acuden a la consulta de promoción de la salud del adolescente del centro de salud Manuel Merino.
El absentismo escolar, sin ser un fenómeno de violencia, se contagia fácilmente de unos alumnos a otros (vamos no seas gallina y haz toros con nosotros), dando lugar a importantes problemas de convivencia en muchos centros escolares.
El vandalismo y la agresión física son ya estrictamente fenómenos de violencia; en el primer caso, contra las cosas; en el segundo, contra las personas.
El acoso sexual podría considerarse como una forma particular de bullying, en la misma medida que podríamos considerar también en tales términos el maltrato de carácter racista o xenófobo.
Estas ocho categorías, pueden dividirse en dos grandes modalidades: visibles e invisibles. Así, la mayor parte de los fenómenos que tienen lugar entre alumnos el bullying, el acoso sexual, el absentismo o cierto tipo de agresiones y extorsiones resultan invisibles para padres y profesores; por otro lado, la disrupción, las faltas de disciplina y la mayor parte de las agresiones o el vandalismo, son ciertamente bien visibles, lo que puede llevarnos a caer en la trampa de suponer que son las manifestaciones más importantes y urgentes que hay que abordar, olvidándonos así de los fenómenos invisibles.
Desde un punto de vista teórico, las variables que influyen sobre estas situaciones deben buscarse en tres dimensiones diferentes: 1) evolutiva, esto es, el proceso de desarrollo sociomoral y emocional en relación con el tipo de relaciones que los estudiantes establecen con sus iguales; 2) psicosocial, que implica las relaciones interpersonales, la dinámica socioafectiva de las comunidades y los grupos dentro de los que viven los alumnos, las complejidades propias del proceso de socialización de los adolescentes; y 3) la dimensión educativa, que incluye la configuración de los escenarios y las actividades en que tienen lugar las relaciones entre iguales, el efecto que sobre dichas relaciones tienen los distintos estilos de enseñanza, los modelos de disciplina escolar, los sistemas de comunicación en el centro y en el aula, el uso del poder y el clima socioafectivo en que se desarrolla la vida escolar. Desde el punto de vista del profesorado y de los centros de enseñanza, esta dimensión educativa tiene una importancia crítica; resulta fundamental poder ser capaces de identificar qué aspectos de la vida del aula y de la escuela tienen una incidencia en la configuración de las relaciones interpersonales de los alumnos, en los modelos y patrones de convivencia, y, en definitiva, en la posible prevención de estas situaciones. Con este objetivo preventivo, el proyecto de participación comunitaria de adolescentes Aprendiendo entre todos a relacionarnos de forma saludable del centro de salud Manuel Merino ofrece a los educadores de adolescentes Espacios grupales de salud Cómo trabajar las relaciones saludables en el aula, consistentes en reuniones-seminarios de formación y coordinación entre sociosanitarios y educadores donde trabajar las relaciones saludables en el aula. Muchos educadores manifiestan de forma explícita o implícita una serie de conflictos en su vivir cotidiano en el aula que están generando preocupación, sobrecarga, angustia, desgaste, frustración,... ; conflictos que son vividos consciente o inconscientemente como normales, pero que generan alto grado de malestar y sufrimiento y dañan nuestra autoestima como profesionales y personas. Estos malestares no cuentan habitualmente con interlocutores que favorezcan la decodificación de las situaciones que los están sosteniendo. Se necesitan espacios grupales donde poder explicitar las dudas y preocupaciones del sentir de ser educadores, donde expresar los malestares del día a día en el aula y aprender habilidades de promoción de la salud mental. El objetivo es conseguir que los educadores a quienes van dirigidos encuentren en los profesionales sociosanitarios de los equipos de atención primaria un elemento de apoyo, crear un espacio de reflexión grupal entre sociosanitarios y educadores, y contribuir a que los educadores adquieran el protagonismo en el trabajo de las relaciones saludables en el aula.
Asimismo, también se oferta un espacio para el alumno dentro de la escuela (semejante a la consulta de promoción de salud del adolescente Espacio 12-20 pero en el propio centro educativo) donde el adolescente pueda acudir sólo o acompañado de personas de su confianza y expresar sus necesidades, dudas o temores sobre estos temas y otros como la afectividad, sexualidad, VIH / SIDA, alimentación, drogas, desarrollo físico, deporte, estudios, aspectos de su personalidad y relaciones interpersonales (familia, pareja, amigos...) en un ambiente de confidencialidad.
Los centros educativos interesados en estos espacios pueden contactar con el Centro de Salud Manuel Merino de Alcalá de Henares (preguntar por Patricio Ruiz móvil 630589872-) o con la mesa de salud escolar del Área 3.